Despertar

Susurras el nombre a la madera. la puerta se abre hacia dentro, mostrando una escalera de piedra que conduce a la oscuridad del sótano. Bajas a inspeccionar y, cuanto más desciendes, más parece cambiar la escalera. De pronto parece como si estuvieras en una cueva, las paredes son de roca y el aire se vuelve frío y húmedo. Al llegar al final de la escalera te encuentras en una pequeña cámara en la que hay una única puerta gris. En los bordes puedes observar una luz que rebosa de ahí. No es una luz natural de una bombilla o lámpara, sino más blanca y nítida. Te acercas a ella y, en cuanto la tocas, se abre sola. La luz se desborda, te inunda, te llena. Y entonces despiertas.

Estás contemplando el techo de tu habitación: gris sobre gris. Una pequeña ventana es el único sitio por el que llega a entrar la luz matinal. Te frotas la cara, intentando desperezarte. Hoy es el día. Suspiras, intentando olvidar los restos de un deshilado sueño, los recuerdos que han vuelto más nítidos que nunca. Pero no puedes evitarlo. Quizás porque es mejor eso que pensar en el futuro. No importa. Nada importa ahora que se ha acabado el sueño. No más juegos, no más intrigas, no más misterios. Hoy es el día. El último día.

Final

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